miércoles, 15 de septiembre de 2010

Lisboa: qué no perderse

Si vamos con niños o queremos disfrutar como un niño y tenemos tiempo, sin ser el mejor del mundo, el oceanario del Pabellón de los Océanos es parada obligatoria, causando gran expectación la nutria marina.


En el barrio de Alfama, donde patearemos sus calles, montaremos en tranvía y nos refrescaremos en un velador de alguno de sus miradores, no podemos perdernos Santa Engracia (panteón nacional donde no encontraremos ni un hueso, sino cenotafios de portugueses ilustres), San Vicente da fora (donde sí reposan algunos miembros de la Casa de Braganza) mereciendo la pena la visita de este monasterio, así como la de la catedral o Se.





















En la Baixa no pude faltar un recorrido desde la plaza del Comercio hasta la de los Restauradores, pasando por la del Rossio y la de Figueira; contemplaremos la estación central del Rossio de estilo neogótico manuelino y por supuesto subiremos al Barrio Alto en el elevador de Santa Justa, donde los encargados del ascensor contarán con parsimonia a las personas que entran en la cabina una y hasta varias veces para asegurarse de no superar el tope permitido, lo que contribuirá a aumentar las colas.


En el Barrio Alto pasaremos por la iglesia del Carmen, testigo del terremoto de 1755, entraremos en la iglesia museo de San Roque y nos asomaremos al mirador de San Pedro de Alcántara. En Estrela visitaremos la basílica y el Palacio de San Bento (sede del parlamento portugués).
























Las largas distancias que hay que recorrer en Belén para ir desde el monasterio de los Jerónimos a la torre de Belén pasando por el Monumento a los Descubrimientos, nos dejarán agotados, pero siempre podremos refrescarnos, si visitamos Lisboa en verano, en alguna de sus playas, de frías aguas pero divertidas por las olas (siempre respetando las banderas, pues pueden ser peligrosas), propicias para a práctica del surf, como las de Caparica, donde llegaremos tras atravesar el puente 25 de abril.












Aunque el encanto de Lisboa sea ese aire decadente y melancólico con sabor a antiguo de casas rotas y ropas tendidas, no le faltan edificios que sorprenden por su modernidad, como la plaza de toros de Campo Pequeño, que aunque de fachada neomudéjar, esconde en sus entrañas bajo la arena un moderno y espléndido centro comercial.



Lisboa, ciudad con vistas II

Muchos son los lugares que encontraremos en Lisboa para contemplarla a vista de pájaro: el teleférico de la expo, San Vicente da fora, los miradouros de Graça y Santa Lucía, el Largo das Portas do Sol, el castillo de San Jorge, el elevador de Santa Justa, el miradouro de San Pedro de Alcántara, el Monumento a los Descubrimientos, el Cristo Rey... y otros tantos que nos brindarán por un precio nada módico, como la cúpula de la basílica de la Estrela. Todos ellos nos ofrecerán magníficas panorámicas de la ciudad. Merece la pena subir al miradouro da Graça por su popular encanto y al elevador de Santa Justa por sus espléndidas vistas; este anacrónico y encantador ascensor nos trasladará en el tiempo a principios del siglo XX.


martes, 14 de septiembre de 2010

Lisboa, ciudad con vistas

Percepciones de Lisboa como éstas son las que quedan grabadas en el imaginario del viajero: la modernidad del Parque de las Naciones, del Puente Vasco de Gama o de la plaza de toros de Campo Pequeño, contrastando con la vetustez de Alfama, que con sus calles tortuosas es la antítesis de la lineal y cuadriculada Baixa; un icono de Lisboa es sin duda su peculiar tranvía, objetivo de la cámara del turista, que por otro lado resulta muy útil para salvar los desniveles de las empinadas calles asentadas sobre las siete colinas que miran al estuario del Tajo; también los elevadores cumplirán bien esa función, como el de Santa Justa que desde la Baixa nos subirá al Barrio Alto y a Estrela; tal vez el barrio más conocido de Lisboa sea Belén con su torre emblema de la ciudad, el monasterio de los Jerónimos y el Monumento a los Descubrimientos; en este barrio haremos parada obligada en Pasteis de Belén cuyo exuberante aroma a canela nos transportará al pasado colonial portugués. De sus gentes nos llevaremos su amabilidad y buena educación, compostura que nunca perderán ni para hacernos ni para negarnos un favor, todo con paciente y metódica parsimonia. Pero Lisboa es, sobre todo, gracias a su orografía y monumentos, una ciudad con vistas: Lisboa nos ofrece múltiples miradouros y elevaciones desde donde poder contemplarla y especialmente encantadora se nos mostrará cuando el sol a su caída la inunda de suave y dorada calidez .