Abundan en las zonas rurales de Portugal las estaciones de trenes como las de Fronteira, adornadas con paneles de azulejos, como abundan éstos en todo el territorio, siendo uno de los mayores patrimonios culturales del país, convirtiéndose en un icono nacional. El azulejo ha asumido un papel importante en la arquitectura ferroviaria lusa, confiriendo personalidad al sencillo edificio y dando a conocer al viajero recién llegado aspectos importantes de la cultura, la historia y la forma de vida local. Los paneles de azulejos de la abandonada estación de trenes de Fronteira, que encarnan escenas de la vida rural alentejana en el primer tercio del siglo XX, son representaciones realistas de fuerte sentido escénico que llegan a conmovernos. Nada trasmite el edificio por sí mismo y azulejos como éstos saturan los rincones portugueses, pero en este espacio, continente y contenido están en perfecta armonía y nos trasmiten musicalidad.
Al estado de abandono contribuye sin duda la falta de funcionalidad, es decir, el hecho de que no se utilice como estación de trenes al no pasar ya el ferrocarril por esta zona y que no se haya recuperado para otros usos como acertadamente ha ocurrido con otras estaciones de la zona. La cantidad de obras de estas características también parece contribuir a no valorar su cualidad. No quiero pensar que el hecho de haber sido construidos durante el período de dictadura del Estado Novo, dónde el azulejo de las estaciones asumió la función de trasmitir los valores del estado, una vida campesina idílica y un nacionalismo basado en el uso y abuso del folklore (de tal forma que el término llega a ser peyorativo) haya ayudado también a cierto abandono. Espero que el camino a la modernidad no destruya el espíritu portugués tan apegado a sus tradiciones que tan bien han sabido conservar, recuperar y trasmitir hasta este momento.
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