Por su céntrica situación en el Badajoz intramuros, próximo a una de la primeras brechas de la muralla para abrir la ciudad a la coqueta avenida de Huelva, es paso obligado el colegio “General Navarro (y Alonso de Celada)” construcción emparentada con el aledaño edificio de correos, de peculiar estilo Primo de Rivera, de la época de aquella dictadura. Colegio de evocadores recuerdos que suscita tanto su vista, como la fragancia que en primavera desprenden los racimos malvas de flores perfumadas de la trepadora glicinia, que ya vieja se retuerce alrededor de la verja del muro que circunda el patio del colegio.
Para un niño de nueve años de principios de la década de los setenta, la floración de la glicinia suponía varias cosas, todas ellas buenas: presentía la llegada de las vacaciones de verano, que no quedaba demasiado lejos. Y por lo menos las de Semana Santa ya estaban ahí; de hecho la flor de pluma se utilizaba y utiliza para adornar algunos pasos procesionales. También el buen tiempo era propicio para dar algún garbeo a la salida del colegio en el turno de la mañana, para acercarnos por ejemplo, a ver como instalaban el circo en el baluarte de Santiago, en la memoria de Menacho. Poco antes de la entrada oficial de la primavera, tenía lugar la invitación de Don José, nuestro maestro, por el día de su onomástica: -“Sólo una cosa, pero que la queráis”, decía, y desfilábamos toda la clase camino del paseo de San Francisco donde en la esquina más próxima a la escuela instalaba su cesta/puesto de chucherías el portero del colegio y sobre la que nos íbamos agolpando uno a uno, y con premura y cierto nerviosismo íbamos eligiendo una cosa, sólo una, pero eso sí, la que quisiéramos independientemente de su precio: una bolsa grande de pipas, un paquete de chicles (los mejores los de marca bazooka)…de todo menos las “indecentes” y no recomendables estampas del programa de moda, “Un dos tres responda otra vez”, supongo que por sus azafatas con muchas gafas pero poca ropa, y es que el destape se abría paso en una España ambivalente, que presentía cambios de importancia, pero que se agarraba a la falsa seguridad de su pasado. Así por ejemplo, la pedagogía de Don José, hombre que parecía mayor y debía de serlo, era de madera y se llamaba palmeta, y bien puedo asegurar que no estaba llena de polvo. El bueno de Don Domingo, el curso anterior, casualmente se encontró con una, palmeta me refiero, ésta sí llena de polvo; le hizo gracia el encuentro y la devolvió a su lugar de reposo, para jolgorio de los alumnos, siempre deseosos de romper el silencio y la compostura de la clase. Recuerdo sin embargo la ocasión en que le dije al maestro de prácticas que no encontraba el verbo de aquella oración (¡un verbo tan pequeño –tercera persona del singular del verbo ser- en aquella frase tan grande!), y rápidamente fue a decírselo a Don José (¡que chivato!) que estuvo presto a abrir el cajón y sacar su lustrosa palmeta; con la didáctica de la “letra con sangre entra” bien aprendí los verbos copulativos. También la utilizaba en otras ocasiones más injustas: había que procurar no llevarle la libreta para que te la corrigiera en el turno de tarde, a esa horilla tonta de la siesta, en la que Morfeo se apoderaba de él y empezaba a garabatear con su lápiz el cuaderno; varias cosas podías hacer en ese momento: tener la sangre fría de reaccionar a tiempo y recoger el cuaderno, cosa que sólo se atrevían a hacer los repetidores ya mayorcetes, o admitir cuando se despertase que los garabatos eran tuyos, pues decir la verdad … ya nos imaginamos lo que suponía.
Hace dos años se celebró el 80 aniversario (1929-2009) de la apertura de las escuelas con varios actos entre los que destacó una exposición en el patio de columnas de la diputación. Pues bien, ahora son un grupo de alumnos en el cuadragésimo aniversario de su escolarización, para comenzar, con seis años, lo que se denominaba 1º de EGB (Educación General Básica), los que desean reunirse para recordar éstas y otras anécdotas de alumnos y profesores, algunos tan insignes como Don Jesús Delgado Valhondo o Don Gregorio Villar. Yo compartí con estos alumnos 3º y 4º de EGB. Esta iniciativa está capitaneada por el amigo Alegre, de todos conocidos porque regenta la veterana juguetería de Badajoz “Comercial Alegre”, antes en Meléndez Valdés y actualmente ubicada en Juan Sebastián Elcano. Esperemos participar en este acto el mayor número posible de antiguos alumnos para compartir y rememorar aquellas situaciones que recordamos con cierta complacencia.
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