miércoles, 16 de noviembre de 2011

Propiedad intelectual, propiedad moral

Los derechos de autor sobre una obra le corresponden a su autor o autora por el simple hecho de haberla creado. La obra se protege desde el momento en que se crea sin que sea necesario ningún tipo de registro especial, aunque en la práctica es recomendable, para una mejor protección de la obra, inscribirla en el Registro de la Propiedad Intelectual.

Refiere el artículo 128 de la Ley de Protección Intelectual (Título V Protección de las meras fotografías) que “quien realice una fotografía u otra reproducción obtenida por procedimiento análogo a aquélla, cuando ni una ni otra tengan el carácter de obras protegidas en el Libro I, goza del derecho exclusivo de autorizar su reproducción, distribución y comunicación pública, en los mismos términos reconocidos en la presente Ley a los autores de obras fotográficas”.

Y es que, aparte de unos derechos de carácter patrimonial, como por ejemplo los relacionados con la explotación de las obras, existen unos derechos morales, derechos irrenunciables e inalienables que acompañan al autor o al artista durante toda su vida; entre ellos destaca el derecho al reconocimiento de la condición de autor de la obra.

Insisto en decir que la obra corresponde a su autor por el “simple hecho” de haberla creado y aunque sean “meras fotografías” como refiere el Título V de la LPI, legislación española claramente defensora de los derechos morales.

La publicación de las obras a través de internet responde a uno de los derechos de autor, que es el de comunicación pública en su modalidad de puesta a disposición del artículo 20 de la LPI. Esto quiere decir que el autor está ejerciendo su derecho a poner su obra en internet; pero por supuesto, no está renunciando a todo lo demás, y menos al derecho irrenunciable de la autoría. Por ello, al utilizar las imágenes de una web o blog, máxime cuando muchas de ellas tienen un claro carácter artístico, o mera pretensión, hay que solicitar permiso para usarla.

Muchas son las personas que para ilustrar su espacio en la red o para realizar presentaciones utilizan imágenes de otros sin pedirles permiso y sin determinar la autoría. También los estudiantes en sus trabajos se benefician de estos recursos. A estos hay que educarlos en ese sentido: pedir permiso, determinar la autoría de las obras y completar sus trabajos con la bibliografía y en la actualidad con la webgrafía, valga el neologísmo. Sus obras ganarán en rigor, calidad y honestidad.

Pero lo que más me sorprende es que artistas, cantantes, escritores, diseñadores gráficos… miembros de colectivos tan sensibilizados con este tema y que con todo derecho luchan por la defensa de la propiedad intelectual, sobre todo por sus derechos patrimoniales, no respeten los derechos morales de otros y utilicen sin ningún pudor obras que no son suyas para ilustrar las propias, sin el requerimiento del autor, tan fácil hoy en día gracias a las redes sociales, y sin hacer constar la autoría, ese derecho inalienable.


lunes, 14 de noviembre de 2011

Peraleda de San Román

Arquitectura Popular de Peraleda de San Román


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Cancho de Peña Castillo


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jueves, 10 de noviembre de 2011

Sombras en Monfragüe, sombras de Monfragüe


"En Extremadura, al borde de la honda zanja que sirve de cauce al caudaloso Tajo, sobre el alto picacho de abrupta sierra, alza su mole impresionante y mutilada el viejo castillo cuyo nombre cristalizó en el actual Monfragüe. Tuvo aquí su sede una antigua y fugaz Orden de Caballería, nacida en las santas tierras de Palestina, al conjuro de a fe sublime de los Cruzados. El Conde de Sarriá, Don Rodrigo, fue Maestre de la Milicia formada por él, que se puso bajo el especial patrocinio de la Santísima Virgen, y que fue denominada Orden de Santa María de Monte Gaudio –Monte del Gozo- en el cual construyóse una capilla dedicada a la celestial Patrona, en la que se dio culto a una tallada imagen de estilo bizantino. El castillo de Monte Gaudio fue uno de los conquistados por el gran Saladino. Don Rodrigo y sus caballeros tuvieron que huir, para no caer en manos de los del Islam, llevando consigo la imagen de su Virgen Patrona. En 1173 volvía a renacer en tierras extremeñas la Milicia nacida en Oriente, que se empezó a denominar, de manera indistinta, Orden de Monte Gaudio o de Monfragüe. El castillo de Monfragüe, perteneciente a la desaparecida Orden de Santiago, se dio a don Rodrigo, para que fuese la casa matriz del nuevo instituto. En la capilla que habían construido los santiagueses dentro de la fortaleza fue colocada la imagen de la Santísima Virgen que el conde de Sarriá trajera de Palestina. Esta imagen y el pequeño templo han resistido los embates de los siglos y de los hombres, continuando con culto” (Entresacado de “La desaparecida Orden de Caballeros de Monfragüe” de Miguel Muñoz de San Pedro).



La expresividad ampulosa y ornamental con que el Conde de Canilleros nos describe la historia de Monfragüe en idealista estilo modernista, contrasta con el descarnado realismo al que uno se enfrenta cuando hoy en día se visita el parque que parece estar en continua romería. Naturaleza humanizada, humanidad en la naturaleza, ¿constituyen un oxímoron? Procuramos abstraernos del gentío y disfrutar sin dejar huella, sólo sombras; eso sí, onda huella deja Monfragüe en nuestro espíritu ansioso de naturaleza (¿se me estará pegando el estilo literario del Conde de Canilleros?), pero sobre todo, onda huella deja en nuestra cámara, claro.

Dos leyendas sobre Monfragüe nos refiere el Conde de Canilleros: “Cuenta una de ellas que la hija única de un Kaid de la fortaleza, llamada Noaima, causó la perdición de su linaje y fue maldita por su progenitor, a causa de haberse enamorado de un cristiano. Desde entonces su espíritu dicen que vaga de noche por aquellos contornos y se sienta a llorar en el que aún se denomina Cancho de la Mora, en la cumbre del monte, rodando sus lágrimas hasta el profundo Tajo”.


La otra se refiere a la princesa Zaida, enamorada de Alfonso VI, que huyó de Toledo en una pequeña barca cuando el rey sitiaba la ciudad, para no ser víctima de los de su raza que la creían traidora. Con grave peligro llegó a la portilla de Monfragüe donde naufragó, salvándose milagrosamente la dama.


Una leyenda más reciente da nombre al mirador de la portilla del Tajo que discurre abriéndose paso entre las sierras de la Corchuela y Santa Catalina, para explicar a través del mito, los crestones de cuarcita armoricana que constituyen uno de los puntos más visitados del parque, siendo el roquedo más emblemático Peña Falcón, en alusión a las rapaces que en él anidan. Se trata de la leyenda del Salto del Gitano. Éste, tras huir de la Guardia Civil, da un salto tan prodigioso que salvó la distancia de las dos orillas del Tajo, quedando a uno de los guardias civiles petrificado. Leyenda de origen salamantino adoptada y adaptada al caso extremeño ante la visualización de la peña cuya silueta recuerda el perfil de un guardia civil tocado con tradicional tricornio.