jueves, 10 de noviembre de 2011

Sombras en Monfragüe, sombras de Monfragüe


"En Extremadura, al borde de la honda zanja que sirve de cauce al caudaloso Tajo, sobre el alto picacho de abrupta sierra, alza su mole impresionante y mutilada el viejo castillo cuyo nombre cristalizó en el actual Monfragüe. Tuvo aquí su sede una antigua y fugaz Orden de Caballería, nacida en las santas tierras de Palestina, al conjuro de a fe sublime de los Cruzados. El Conde de Sarriá, Don Rodrigo, fue Maestre de la Milicia formada por él, que se puso bajo el especial patrocinio de la Santísima Virgen, y que fue denominada Orden de Santa María de Monte Gaudio –Monte del Gozo- en el cual construyóse una capilla dedicada a la celestial Patrona, en la que se dio culto a una tallada imagen de estilo bizantino. El castillo de Monte Gaudio fue uno de los conquistados por el gran Saladino. Don Rodrigo y sus caballeros tuvieron que huir, para no caer en manos de los del Islam, llevando consigo la imagen de su Virgen Patrona. En 1173 volvía a renacer en tierras extremeñas la Milicia nacida en Oriente, que se empezó a denominar, de manera indistinta, Orden de Monte Gaudio o de Monfragüe. El castillo de Monfragüe, perteneciente a la desaparecida Orden de Santiago, se dio a don Rodrigo, para que fuese la casa matriz del nuevo instituto. En la capilla que habían construido los santiagueses dentro de la fortaleza fue colocada la imagen de la Santísima Virgen que el conde de Sarriá trajera de Palestina. Esta imagen y el pequeño templo han resistido los embates de los siglos y de los hombres, continuando con culto” (Entresacado de “La desaparecida Orden de Caballeros de Monfragüe” de Miguel Muñoz de San Pedro).



La expresividad ampulosa y ornamental con que el Conde de Canilleros nos describe la historia de Monfragüe en idealista estilo modernista, contrasta con el descarnado realismo al que uno se enfrenta cuando hoy en día se visita el parque que parece estar en continua romería. Naturaleza humanizada, humanidad en la naturaleza, ¿constituyen un oxímoron? Procuramos abstraernos del gentío y disfrutar sin dejar huella, sólo sombras; eso sí, onda huella deja Monfragüe en nuestro espíritu ansioso de naturaleza (¿se me estará pegando el estilo literario del Conde de Canilleros?), pero sobre todo, onda huella deja en nuestra cámara, claro.

Dos leyendas sobre Monfragüe nos refiere el Conde de Canilleros: “Cuenta una de ellas que la hija única de un Kaid de la fortaleza, llamada Noaima, causó la perdición de su linaje y fue maldita por su progenitor, a causa de haberse enamorado de un cristiano. Desde entonces su espíritu dicen que vaga de noche por aquellos contornos y se sienta a llorar en el que aún se denomina Cancho de la Mora, en la cumbre del monte, rodando sus lágrimas hasta el profundo Tajo”.


La otra se refiere a la princesa Zaida, enamorada de Alfonso VI, que huyó de Toledo en una pequeña barca cuando el rey sitiaba la ciudad, para no ser víctima de los de su raza que la creían traidora. Con grave peligro llegó a la portilla de Monfragüe donde naufragó, salvándose milagrosamente la dama.


Una leyenda más reciente da nombre al mirador de la portilla del Tajo que discurre abriéndose paso entre las sierras de la Corchuela y Santa Catalina, para explicar a través del mito, los crestones de cuarcita armoricana que constituyen uno de los puntos más visitados del parque, siendo el roquedo más emblemático Peña Falcón, en alusión a las rapaces que en él anidan. Se trata de la leyenda del Salto del Gitano. Éste, tras huir de la Guardia Civil, da un salto tan prodigioso que salvó la distancia de las dos orillas del Tajo, quedando a uno de los guardias civiles petrificado. Leyenda de origen salamantino adoptada y adaptada al caso extremeño ante la visualización de la peña cuya silueta recuerda el perfil de un guardia civil tocado con tradicional tricornio.


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