miércoles, 29 de febrero de 2012

Carnavales en La Jara Cacereña: Corrida de Gallos y Carnaval de Ánimas

Dos formas muy diferentes de vivir y celebrar el carnaval tradicional en dos localidades de la comarca de La Jara cacereña, luchan por sobrevivir en medio de los rápidos cambios de nuestra sociedad actual, adaptándose los antiguos rituales a las nuevas formas de pensamiento social.



Domingo de Gallos en Peraleda de San Román

El momento que no hace mucho se tenía para marcar el paso de la edad infantil a la edad adulta era el ser llamado a cumplir con el servicio militar obligatorio, “la mili”, por los denominados quintos (en alusión al sorteo que desde Juan II de Castilla se realizaba para que una quinta parte de la población mayor de edad sirviera en el ejército). Actualmente quintos y “quintas”, mozos y mozas que cumplen la mayoría de edad en el mismo año, van festejando en diversos momentos y de múltiples formas este acontecimiento que les iguala y les une, el haber nacido el mismo año y haber tenido las mimas experiencias vitales. Este acontecimiento se manifiesta a través de los diversos ritos de paso. Uno de ellos es la corrida de gallos que, adaptada a los nuevos tiempos, se sigue celebrando cada domingo de carnaval en Peraleda de San Román.

Los caballos son engalanados con esquilas, coloridas mantas y flores de papel. Los corredores también se visten de manera especial, con camisa blanca y chaleco. En esta ocasión gallos y cintas se correrán el mismo día por los mismos corredores. Tradicionalmente las cintas servían de preparatorio para la corrida de gallos y eran corridas por los “pre-quintos” el martes de carnestolendas. Montado a caballo el corredor, para conseguir la cinta, ha de introducir un lápiz por una argolla cosida a la cinta; ésta es enrollada a un carrete que insertado a una cuerda es colocada a una altura adecuada. El gallo, hoy en día ya muerto, es atado a la cuerda por las patas, boca abajo, y el corredor con la mano ha de arrancarle la cabeza. Los que hayan presenciado tal acontecimiento pueden asegurar que arrancar con la mano la cabeza a un gallo no es tarea fácil y mucho menos haciendo equilibrio sobre la montura con una sola mano agarrando las riendas. Los espectadores veteranos comentan y aseguran que antaño, con las manos encallecidas por las tareas del campo, resultaba más fácil desprender la cabeza del gallo.

El gallo en las civilizaciones antiguas ha personifica la fertilidad, virtud que se torna defecto, puesto que es un atributo del que se enorgullece y le hace ser soberbio y altivo; su virilidad le hace agresivo y lujurioso, por lo que también simboliza lo carnal (por lo que no extraña que este rito iniciático se celebre en estas fechas de carnaval). Por tal motivo, por su arrogancia, debe morir. Pero su sacrificio no será en balde. Los corredores, cuyas manos se llenan de la sangre del animal y cuya carne después se comerán en una fiesta, se contaminarán de las cualidades y vicios del gallo (lo que Frazer denominó como magia simpatética contaminante en “La Rama Dorada), estableciéndose entre víctima y verdugo una relación secreta en la distancia. Los quintos que corriendo gallos han demostrado sus cualidades de masculinidad ya están preparados para salir de la casa de sus padres, para valerse por sí mismo, para luchar y pelear en la vida, lucha simbolizada en el ejército, en la mili, donde terminaban de “hacerse hombre”.



Carnaval de Ánimas en Villar del Pedroso

No hace falta que hagamos un gran esfuerzo de extrañamiento para que, al observar el carnaval de Villar del Pedroso, éste nos sorprenda. Y nos sorprende porque el carnaval de Villar del Pedroso no comparte las características de un carnaval tipo, sino todo lo contrario. En Villar del Pedroso el carnaval no es profano sino religioso, de hecho está dedicado a las ánimas, a los antepasados difuntos; no es anárquico sino que está muy jerarquizado, hasta el punto de utilizar un vocabulario militar para los distintos actores , la soldadesca, portando algunos de ellos picas y alabardas; no es bullicioso, sino silencioso, silencio roto por los rítmicos golpes de tambor y las salvas de escopeta que paradójicamente contribuyen al recogimiento; no es un carnaval grotesco, sino elegante, coadyuvando a tal fin el atuendo de los participantes, en el que predomina un color por día, otra nota que le aleja del carnaval tipo multicolorido; no es desordenado ni disoluto, sino reglado y austero, no es espontáneo ni informal, sino solemne y ceremonioso; es un carnaval cristianizado que hasta los elementos más paganos como ese tótem que es el Ramo de Ánimas, adornado de pan y ramos de olivo, es sacralizado, bendecido y coronado con un “viva la fe”.