Curiosidad morbosa o interés por
las historias de la historia de Badajoz, motiva mi inclinación por acercarme a
ese edículo, cuya silueta queda recortada formando parte de la alcazaba cuando
la observamos desde el este de la ciudad, desde la barriada de San Roque. Su peculiar
cubierta acampanada a cuatro aguas, de pizarra, coronada con estructura
metálica o campanario rematado por una cruz, forma también parte de nuestro
imaginario colectivo, a pesar de su poco o nada valor histórico y
arquitectónico.
Como digo, mi curiosidad, sin
adjetivos, ha motivado que en varias ocasiones haya accedido al interior del
pabellón de autopsias del antiguo Hospital Militar, a veces a través de los recovecos que
conforman las galerías subterráneas que dan acceso a la Puerta del Alpéndiz, y
en esta ocasión franqueando la peculiar puerta de arco geminado, cuya verja
manipulada nos permite, agachándonos, la entrada al patio donde se asienta tan
singular edificio de dos plantas.
Al entrar en la planta baja,
observamos en el centro, cual ara sacrificial, la marmórea mesa de autopsias
con su canal de desagüe. Un sabor acre inunda mi espíritu; a tal cosa
contribuye el abandono y degradación del lugar. En un esfuerzo imaginativo
intento evocar la capilla sepulcral de los aftásidas, con sus túmulos y
catafalcos al estilo musulmán, pues en este solar se ubicaba la rawda o panteón
real. Posteriormente, tras ser conquistada la ciudad en 1230 por Afonso IX, en
agradecimiento a su inestimable ayuda en la toma de Badajoz, la Orden de
Alcántara recibe una encomienda denominada Casas de Calatrava, con sus casas,
parroquia y feligresía dentro de la alcazaba, situándose las casas de la
encomienda en este antiguo pabellón de autopsias, y a sus pies la iglesia de
Santa María de Calatrava o de los Freyles.
Subo a la nave superior y un
viejo colchón me impide la entrada a este segundo piso de tan peculiar dúplex
en cuyo interior mal-debe-vivir una conocida mendiga venida desde Portugal hace
ya unos años. Con sus gritos intenta ahuyentar a los curiosos como yo, y lo
consigue. No quiero adentrarme en la intimidad de la que es su morada.
Este es el pasado y el presente
del antiguo pabellón de autopsias del antiguo Hospital Militar, pero ¿cuál será
su futuro? En pleno debate sobre el derribo de algunas instalaciones de la
Facultad de Biblioteconomía y con las obras de restauración de las murallas en
marcha, a mí me desvela este modesto edificio cuya silueta está tan grabada en
la retina de los pacenses.
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