viernes, 18 de febrero de 2011

"Ave María Purísima..."

Una pequeña comunidad de monjas carmelitas con vocación contemplativa, monástica y claustral, moran entre las paredes del Monasterio de Nuestra Señora de los Ángeles de Badajoz. Su historia se remonta al siglo XVIII cuando el obispo Malaguilla logra que las devotas, que no seguían ninguna regla determinada, del Beaterio allí ubicado, denominado de Nuestra Señora de los Ángeles o de San Antonio de Padua, adoptaran las reglas de las Religiosas Carmelitas Descalzas de la reforma de Santa Teresa. Bajo la supervisión de Malaguilla, su benefactor, se construye el convento y se amplía la capilla, considerada ésta el mejor conjunto tardo-barroco conservado en Badajoz, iglesia especialmente visitada y de forma masiva por los pacenses, en la mañana del Viernes Santo, gracias a la costumbre que aún perdura de visitar los siete Monumentos donde se expone a Jesús Sacramentado tras los oficios del Jueves Santo.

La misión de este grupo de mujeres es la oración por la Iglesia; su estilo de vida, comprometerse de por vida a un monasterio, enclaustradas, lo que favorece el ascetismo y la contemplación (“Verbi Sponsa”). La observancia de la Ley de la clausura papal obliga a una separación efectiva y no sólo simbólica del espacio, el reservado a las monjas del de los fieles y visitantes; la salida del claustro será por “causa justa y grave”; y los medios modernos de comunicación se consentirán con “prudente discernimiento y para utilidad común”.

En esa sencilla cotidianidad viven, con cristiana alegría, las monjas carmelitas de la calle López Prudencio, popularmente conocidas en Badajoz por el “pan de ángel” o los recortes, procedentes de las planchas de oblea una vez separadas las hostias.

Esa cotidianidad se rompe en ocasiones excepcionales, como cuando reciben visitas inusuales. En esta ocasión la visita es de un grupo de entusiastas y amantes del folklore de Extremadura, de sus costumbres y de sus bailes, del que me enorgullece ser su monitor, y que ofrecerán a las hermanas un nutrido repertorio de bailes de la región. Entramos por el vestíbulo del torno y accedemos al locutorio, doble estancia separada por rejas a través de las cuales las carmelitas verán nuestra actuación. Al terminar ésta nos obsequian con zumos y galletas. Gracias a su hospitalidad visitamos la capilla a la que entramos por la sacristía que también cuenta con un pequeño torno. Ya en ese cofre barroco que es la capilla, del lado del evangelio observamos las rejas que dan al coro bajo, desde donde las monjas asisten a los oficios divinos y a través de las cuales nos siguen en nuestra visita. Nos interesamos por la rigidez de la clausura y comentándonos como las normas se adaptan a los nuevos tiempos, una hermana nos enseña el antiguo comulgadero, trampilla o portezuela al lado del retablo mayor, a la altura de la cabeza, por donde asomaban la carita para recibir la comunión. Se despiden deseando que el Señor nos devuelva el ciento por uno. Gracias hermanas.

viernes, 11 de febrero de 2011

Imágenes de Segovia: entre historias, mitos y leyendas

Segovia desde su Alcázar

Se yergue el Alcázar sobre una roca labrada por los ríos Eresma y Clamores. Desde la torre de Juan II, espléndido ejemplo de arquitectura gótica civil, se observa una espectacular vista de la ciudad de Segovia, sobresaliendo su catedral, por su elegancia denominada la Dama de las Catedrales. Y como telón de fondo, La Mujer Muerta, monte de la Sierra de Guadarrama, con forma de mujer tumbada con los brazos entrecruzados y cubierta por un velo: “/…/se alza al lado de Los siete picos la mole extraña llamada de La mujer muerta, tumba ciclópea de la inocente joven que así perdió la vida a manos del que amó” (Mario Roso de Luna. Del Árbol de las Hespérides. Cuentos teosóficos españoles)


Acueducto romano

Podemos contemplar en los sillares las marcas de las uñas del diablo, pues según la leyenda segoviana, es obra de éste, a quién una joven aguadora, cansada de su tarea diaria, le ofreció su alma, si la aliviaba de su trabajo.


Iglesia de San Martín: destaca la torre de estilo románico-mudéjar y el pórtico característico del románico segoviano.

El románico…

un espacio celeste en la tierra.


La Granja de San Ildefonso

En el centro de la plaza de las ocho calles, René Fremin, representa el instante en que Mercurio eleva a Psiqué, el alma, hacia el cielo para que se despose con Cupido, el amor; a sus pies, Céfiro, suave viento, soplando, les ayuda a subir al Olimpo. (Apuleyo. El Asno de Oro o La Metamorfosis)



Zamarriega con traje de alcaldesa – Zamarramala

Religiosidad popular y culto a la maternidad se entremezclan en esta fiesta de las mujeres casadas adscrita a la fiesta de Santa Águeda (5 de febrero, dos días después de la Candelaria y uno después de San Blas); por su martirio, patrona de las lactantes. El día de Santa Águeda es cuando se elige alcaldesa a una mujer en Zamarramala (Luis Maldonado. Religiosidad Popular: nostalgia de lo mágico)



San Frutos – Hoces del Duratón

San Frutos, eremita del último período visigótico, patrón de la diócesis de Segovia, se retiró a meditar a ese misterioso y hermoso lugar que son las Hoces del Duratón, donde según la tradición realizó entre otros, el milagro de La Cuchillada, cuando con su cayado creó una hendidura en la roca para librar de los moros a un despavorido grupo de cristianos que de ellos venían huyendo.


Castillo de Cuéllar

“Todo era misterio en el castillo, y todo era misterio cuanto acerca de él se hablaba en sus cercanías. Hoy mismo al mostrar sus almenadas torres al caminante, y sus muros cubiertos de musgo donde asoma ahora el pintado lagarto su fea cabeza, o corre la rápida lagartija entre derribadas piedras, vestido el suelo de hierba y vil cascajo, el paisano, cuando refiere las tradiciones de este castillo, habla todavía con misterio de aquella época sembrando su relación de fábulas y milagros” (José de Espronceda. Sancho Saldaña o El Castellano de Cuéllar)



Castillo de Coca

Hermosa muestra de la arquitectura militar gótico-mudéjar, “relicario de epopeyas y cantares de gesta, palacio-fortaleza, doble cordón almenado, acabado y empezado por castellanos y moriscos alarifes” (Dotor y Municio).

miércoles, 2 de febrero de 2011

Guadalupe






















Guadalupe… vocación y llamada, júbilo y gozo, tradición y carácter, devoción y piedad, peregrinación y camino, hospitalidad y acogida, patrimonio y artesanía, calderería y cestería, cocina y hogar, naturaleza agreste y abrupta, serranía y angostura, agua y nieve, sencillez y grandiosidad, mercado y posada, vida e historia, cultura y sabiduría, huerto y vergel, villa y monasterio, particularidad y universalidad, cofre y joya, al mismo tiempo y mucho más…





Hay quienes tenemos vocación por Guadalupe, y en ocasiones sentimos la atrayente llamada que nos hace tomar el camino de las Villuercas. Penetramos en la Puebla por el sur, por las angosturas del recién nacido río Guadalupejo y nos sigue sorprendiendo esa obra colosal del franquismo que es el viaducto del ferrocarril; también nos provoca desazón el pensar que por allí el tren nunca pasó. A través de sus ojos se nos presenta la sierra de las Villuercas; el hecho de que en esta época esté nevada, nos seduce, y como un imán hace que sintamos deseos de adentrarnos en ella. Pero primero, y tras saludar a La Morenita, haremos parada y fonda, refrigerio a base de morcilla y bacalao rebozado, todo bien regado con vino de pitarra, y de postre un buen trozo de rosca de muédago. Pregunto al mesonero sobre la subida al pico de las Villuercas y nos anima a intentarlo, a pesar de la estrechez y mal estado de la pista que conforme asciende se vuelve resbaladiza por el hielo. Pero allí nos encaminamos, pues los inconvenientes son al mismo tiempo los alicientes. Y tras visitar la Ermita del Humilladero ascendemos los 1600 metros en ese irrefrenable deseo de tocar la blanca cima, cuyo último tramo disfrutamos andando envueltos en una tenue y mágica nevada.